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El Pedigree

El Pedigree

En Diciembre de 1908 en la esquina de Avenida Santa Fe y Serrano se inauguró una “confitería bar y casa de lunch”, llamada El Pedigree, siendo sus propietarios Boniforti y Sánchez.

Para ese entonces Plaza Italia era uno de los puntos más pintorescos, más animados y de mayor atracción para Buenos Aires.

El lugar tenía las típicas mesitas redondas de mármol, con base de hierro fundido, rodeadas de sillas plegadizas de chapa con el asiento agujereado en simétricos círculos.

En la calle, una hilera de árboles daba sombra y frescura al ambiente y el toldo, extendido, reparaba del sol y la lluvia.

Amplios faroles colgaban de las paredes del frente ubicados cado dos o tres metros unos de otros, iluminaban la vereda, y los clientes podrían disfrutar gracias a ello del día y la noche palermitana.

Allí se reunía la muchachada y las familias para disfrutar viendo pasar los tranway cargados de pasajeros, los primeros automóviles y los coches a tracción a sangre, cabriole, volante, quitrín, mateo, en los que se paseaban las bellezas de la época.

No era fácil conseguir mesa en la vereda cuando el tiempo era propicio, las noches de verano, las primeras tardecitas otoñales y las ultimas de la primavera.

En el invierno funcionaba a full “el salón de lunch”.

Allí todo tenía otra categoría, mesas cuadradas de madera y sillas de esterillas.

El mismo salón cumplía también funciones de “café” y un café que se aprecia deben tener billares.

Era el billar una institución y sigue siéndolo a pesar de los deterioros y transformaciones del tiempo-

La “terraza reservada para familias” estaba paquetamente instalada con mesas plegadizas, redondas, de chapa, que cubrían blancos manteles, fijados a la mesa por un florero en el medio y un cenicero con la propaganda de algún producto de la época al costado.

También había un jardín, interno, que encerraba las redes del establecimiento, Varios pinos daban sombra a las mesitas diseminadas con amplio espacio entre unas y otras.

En un enrejado de madera típico de ese entonces se abrazaban las enredaderas que se cubrían de flores aportando su colorido y su perfume.

El personal era una paquetería. Mozos de camisa blanca. Moñito negro, chaqueta negra y blanco delantal a la cintura hasta el piso que casi cubrían sus zapatos charolados, colgando del brazo izquierdo la servilleta.

Era un establecimiento admirable dispuesto donde no faltaba un detalle de riqueza, confort y buen gusto.

En la terraza y el jardín se podía cenar al aire libre, mientras una orquesta amenizaba las reuniones ejecutando obras selectas.

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